@DIN - CULTURA: Publican un libro de Carlos Barbarito en Francia

sábado, julio 30, 2005

Publican un libro de Carlos Barbarito en Francia

Éditions Poiêtês, la editorial que dirige Laurent Fels, quien además tiene a su cargo Les Cahiers de Poésie, acaba de anunciar la publicación en territorio francés de un libro bilingüe del poeta y ensayista Carlos Barbarito. El libro, titulado Les Minutes qui passent, contiene una selección de poemas y fue traducido por la belga Frie Flamend; cuenta además con un prólogo del también belga Stefan Beyst. Las fotografías estarán a cargo del alemán Norbert Guthier (en tapa) y de la argentina Claudia Bonder (en el interior). A modo de adelanto del libro se reproduce a continuación el prólogo de Stefan Beyst.


Fotografía de Marité Malaspina, Olivos, 2002.

Esta selección de poemas es una introducción excelente a la obra del poeta argentino Carlos Barbarito. En cada uno de sus textos, a menudo breves, concentrados, el poeta nos trasmite su experiencia de existir en este mundo: un penetrante sentimiento atravesado por la transitoriedad. Sentimiento angustioso, donde las imágenes de lo temporal cotidiano se repiten en una escala más amplia: un astro que se apaga o una piedra en la que la primigenia violencia de la expansión cósmica está solidificada. También en la dimensión espacial, la esfera que rodea a cada individuo parece expandirse y descomponerse en innumerables espacios paralelos, en que todo y todos unen una trayectoria desde el origen al fin en medio de una completa indiferencia. Como la materia está sometida a la gravedad, el viviente está sometido al deseo, con la diferencia de que, en los seres vivientes, el deseo de comer, que implica el sacrificio de otras cosas y seres, no es más que un aplazamiento de la muerte propia, mientras que el deseo de copular -la celebración de la carne que promete liberar de la temporalidad- acaba en el engendramiento de nuevas vidas condenadas a la muerte. El deseo como una culpa, de la que queremos limpiarnos como el diluvio limpia la tierra: la irrefrenable progresión del tiempo incita al deseo a invertir el movimiento en una regresión que engendra las figuras de un contramundo, de una naturaleza mítica: la infancia, la existencia en un mar primordial, la inmortalidad en el paraíso -figuras que no dejan de radiar desde el fondo de este mundo opuesto e invisible-.
Un mismo juego de fuerzas opuestas gobierna el notable lenguaje del poeta. No palabras inusuales o recursos artificiales, sino una reducción de la lengua a un idioma austero y riguroso. Desde el punto de visto del contenido, esta reducción parece lo contrario de la expansión del tiempo y del espacio que describimos antes, pero es, en verdad, una consecuencia directa de aquélla: desde tales perspectivas otras cosas, cargadas de nuevas significaciones, saltan a la vista, desde la perspectiva de la vida cotidiana que nos enmaraña en la densa red del lenguaje ordinario, desde la perspectiva de una poesía que se envuelve en un capullo de artificialidad. También al nivel de la frase y su estructura gramatical se desarrolla -no menos motivada por el contenido- la dicción poética. No por nada el poeta evita la afirmación y la coherencia aparente, y prefiere la enumeración de la incoherencia o la parataxis de lo accidental, el modo condicional, la pregunta, la negación.
No hay vano alarde en esta poesía, no hay indigesta compasión de si mismo, no hay un ciego mirarse al propio ombligo. Precisamente por eso nos afecta profundamente y nos hace sentir como nunca antes angustia y éxtasis- las de existir como individuos singulares en un único momento-. Una épica expandiéndose en dimensiones cósmicas y míticas, la lírica basada en la negación, pero siempre creíble, de Carlos Barbarito.

(A Marianne Moore)

Excluida la idea de la inmortalidad,
quedan el polvo,
la hierba,
el agua que forma charcos,
la rama desde la que canta el pájaro,
cierto misterio que la razón
supone sombra pasajera.
Queda, en fin, la vida,
el cuarto donde una mujer se sube las medias,
el otro cuarto, acaso contiguo,
donde dos se desnudan
y se abrazan, y al terminar
se dicen, uno al otro:
no moriremos.


(A Marianne Moore)

Exclue l’idée de l’immortalité,
subsistent: la poussière,
l’herbe,
l’eau qui forme des flaques,
la branche d’où chante l’oiseau,
certain mystère que la raison
suppose ombre passagère.
Reste, enfin, la vie,
une chambre où une femme enfile ses bas,
ou une autre chambre, peut-être à côté,
où deux se dénudent
et s’embrassent et quand c’est terminé
se disent, l’un à l’autre:
nous ne mourrons pas.


Nada crece excepto el pasto.
Nada salta a la vista salvo alguna piedra
y lo que la piedra contiene y resguarda.
Aquí, lejos de la playa,
lejos del sitio donde el agua
devuelve cada tanto
metales oxidados, enmohecidas maderas,
algún cadáver de delfín o tortuga.
No sopla el viento capaz de empujarnos
hacia lo entonces prometido.
Los minutos que pasan se hacen horas
pero jamás días y sí noches
que jamás consienten en ser años
y sí siglos en los que alguien muere
y otro, que lo ignora, bosteza.

Rien ne pousse, excepté l’herbe.
Rien ne frappe le regard, sinon l’une ou l’autre pierre
et ce que la pierre contient et protège.
Ici, loin de la plage,
loin du lieu où l’eau
ne cesse de refluer:
métaux rouillés, bois vermoulu,
le cadavre d’un dauphin ou tortue
Il ne souffle aucun vent capable de nous pousser
vers ce qui a été promis.
Les minutes qui passent, deviennent des heures,
non pas des jours, mais des nuits
qui ne deviendront jamais des années
mais des siècles, où quelqu’un meurt,
et un autre, qui l’ignore, baille.